El "homo ludens" como línea de fuga para pensar la emergencia del sujeto más allá de la teoría de la falta en ser

A través del jugar podemos aprehender que el campo transicional del inconsciente no se deja ubicar epistémicamente en una reducción fisicalista ni en una reducción metafísica sino que, precisamente, nos pone el reto de pensar los agenciamientos entre el mundo objetivo y el mundo subjetivo, a pesar que el material en que consisten está más allá del pensamiento.

 

En este sentido el texto "Homo Ludens", del filósofo holandés Johan Huizinga (1938), allana el camino del “pensamiento-científico” sobre lo que está en juego en el jugar como producción de cultura, poniendo en tensión el paradigma racional promovido por el Homo Sapiens del evolucionismo darwiniano y el paradigma económico de la sociedad promovido por el Homo Faber del marxismo ortodoxo.


Huizinga le concede un rol vital al jugar al sostener que “el juego es más antiguo que la cultura” porque mientras que ésta requiere de sociedades humanas, los animales también juegan. Sin embargo, aclara que “el juego, en sus formas más sencillas y dentro de la vida animal, es ya algo más que un fenómeno meramente fisiológico o una reacción psíquica condicionada de modo puramente fisiológico, [pues] traspasa los límites de la ocupación puramente biológica o física. ES UNA FUNCIÓN LLENA DE SENTIDO [que] rebasa el instinto inmediato de conservación y da un sentido a la ocupación vital."

 

Por eso "todo juego significa algo". No obstante, "si designamos “espíritu” al principio activo que compone la esencia del juego, habremos dicho demasiado, pero si le llamamos “instinto”, demasiado poco. Lo importante es que entendamos que "por el hecho de albergar el juego un sentido se revela en él, en su esencia, la presencia de un elemento inmaterial."

 

Frente a la explicación etológica, Huizinga sostiene que el jugar no es una mera descarga de tensión ni responde a un mecanismo biológico de imitación, tampoco es el ejercicio inicial para una posterior maduración del instinto de dominio.

 

Frente a la explicación psicológica, él afirma que el jugar tampoco es “una descarga inocente de impulsos dañinos [o la expresión elemental de la pulsión de muerte] ni una satisfacción de los deseos que, no pudiendo ser satisfechos en la realidad [o siendo reprimidos], lo tienen que ser mediante ficción [o en la falta de positividad del mundo intrapsíquico] y que, de este modo, serviría para el mantenimiento del sentimiento de la personalidad [o para la estructuración del sujeto]."

 

Esta última explicación del juego parece parafrasear la idea de lo infantil de la doctrina psicoanalítica de la falta en ser, que fue inaugurada por Sigmund Freud con base en el psicoanálisis de neuróticos adultos e ilustrada a través del juego repetitivo del "fort-da" de uno de sus nietos ("Más allá del principio del placer", 1920). Idea que fue retomada de manera paradigmática por Jacques Lacan, quién tampoco practicó la clínica infantil, como concepto central de su sistema teórico psicoanalítico.

 

Sin embargo, estos fundamentos conceptuales vienen a ser cuestionados por la enseñanza extraída de la observación clínica directa de niños y bebés efectuada por el psicoanalista infantil Donald Winnicott. En su enseñanza lo lúdico posee la consistencia transicional de lo real, sin llegar a rayar en el concepto neurocognitivo del "arco reflejo" y sin quedar atrapado en el concepto psicopatológico de "fantasma imaginario" del psicoanálisis fundamentalista.


Con base en el "Homo Ludens" de Huizinga (1938) y de acuerdo al pensamiento clínico de Winnicott sobre lo transicional expuesto en "Realidad y Juego" (1971), nos es posible aprehender entonces -en términos conceptuales de "El anti-Edipo" de Deleuze & Guattari (1972)- que el jugar tiene una función de virtualización de los agenciamientos maquínicos en que consiste el proceso de producción deseante. Función que aunque es presubjetiva y presignificante, prefigura singularidades de manera intensiva en medio de la multiplicidad y heterogeneidad de lo real.

 

Texto descargable en:

http://ebiblioteca.org/?/ver/79680

 

Escribir comentario

Comentarios: 0